3.3.12

9.

UN NIÑO NEGRO entra por primera vez en una escuela soviética. En todos los demás países -dice llorando- los chavales lo perseguían; ninguno -a causa del color de su piel- quería jugar con él. Entonces (dice el CUENTECILLO, que acaso una viñeta ilustre) sus nuevos compañeros se le acercan, lo consuelan, lo acarician, le ofrecen caramelos; y, finalmente, le enseñan a decir el nombre de Lenin. Después, lo ponen delante de un espejo. ERA BLANCO.

"¡Menuda tontería! Hemos leído un montón de historias como esa, incluso demasiadas, en los manuales escolares". No es cierto. El fascismo no podía inventarse una fábula con final feliz. Sus fábulas eran tristes, como sus divisas de enterradores.

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