3.3.12

12.

LAURA. Se ha discutido tanto con el fin de saber si Laura existió o no. Incluso en nuestros días, en nuestros pobres (últimos, por lo que respecta a estos juegos) días, un literato ha dado, aquí en Roma, una conferencia sobre tan agradable enigma.

Pero no es -al menos ya no- un enigma. Laura existió con toda seguridad. Existió; y era, a la luz de todos los días, una rubia señora; en las profundidades inaccesibles (infantiles) del alma del poeta, era su madre; era la donna che non si puo avere. Y toda la fascinante, un poco monótona, historia del CANZONIERE, de veinte o más años de cortejo, para no llegar, para querer no llegar a nada, está aquí. Si Laura, que lo alaba, le hace reproches, le aconseja qué debe hacer, se sienta durante el sueño al borde de su cama, se comporta en todo y por todo como una tierna madre con su amado, y un poco indiscreto, niño, se le hubiera entregado (y esto es lo que el poeta -fingiendo desearlo- temía; el CANZONIERE está lleno de acentos de gratitud hacia aquella que con su "virtud", con su "castidad", le evitaba, con la tentación, el peligro de no quedar bien) a Petrarca le habría pasado lo mismo que a Baudelaire con la hermosa señora Sabatier, y que no le pasaba con su triste mulata.

La figura de Laura absorbió toda la ternura del poeta. Su sensualidad la dirigió a otra parte (tuvo -se cuenta- no infecundos amores pasajeros); a mujeres que, por la diversidad de su origen, no podían suscitar en su inconsciente, siempre atentovivo y alerta, la presencia -por lo demás tan querida- de la madre. Pero el amor, el amor verdadero, el amor completo, requiere ambas cosas; busca la fusión perfecta de la sensualidad y de la ternura: también por esto se da raramente. De ahí que no haya, en todo el CANZONIERE, un verso, uno solo, que pueda propiamente llamarse amoroso; hay muchas cosas, pero no LA BOCCA MI BACIO TUTTO TREMANTE, el verso de amor más hermoso que nunca se haya escrito.

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